Hacer networking tomando café con “extraños”.

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Hacer networking tomando café con “extraños”.

Todo partió como un experimento social de Linkedin unos 8 años atrás sustentado en la afirmación de que rodearte de gente inspiradora, te puede convertir en una mucho mejor versión de ti mismo (lee sobre el tema acá).

Y si hasta el minuto, siempre había intencionado conocer a ciertas personas, había cerrado la posibilidad que el azar me conectara con otras que quizás estaban fuera de mi radar y con quienes también pudiera ocurrir la magia.

La experiencia de intencionarlo.

Recuerdo como encontré mi primer trabajo. Él era un gran referente de la industria del turismo, y más allá que de su empresa, sentía mucha curiosidad e interés por el estilo de vida que tenía.

Viajes, creación de contenido y una empresa que le permitía amalgamar su proyecto de vida. ¿Cómo no querer aprender de alguien así?

Usé Linkedin, Twitter, emails y muchas otras formas hasta que logré que agendáramos un cafecito. 

Fue una conversación exquisita que la recuerdo como si fuera hoy. Poco después esa conversación me llevó a conseguir un trabajo en su empresa y años más tarde, convertiría ese café en una relación societaria con Eugenio. Y por supuesto, muchos aprendizajes y amistad.

De ahí en más, cuando descubría personas con historias que me inspiraran, intentaba conectarlos y si las cosas iban bien, compartir un café.

No se imaginan a cuanta gente extraordinaria conocí de esa forma (siendo un patudo como decimos en Chile).

 La primera experiencia del azar offline.

Café

¿Sería tan positiva la experiencia si yo no intencionaba con quien tenerlo?

Esa fue la pregunta que me hice cuando quise pasar esta práctica al próximo nivel. Abrir mi agenda a “desconocidos” que me agendarían cafés a cambio de tener una conversación.

Si alguien está dispuesto a tomarse un café con un desconocido, pensaba, al menos tendrá alguna historia entretenida que compartir. ¡Me lanzo!

Cuando publiqué por primera vez en Linkedin la invitación abierta a quien quisiera tomarse un cafecito conmigo, la respuesta fue un torbellino.

Cientos y cientos de mensajes. Probablemente serían años tomando todos esos cafés, alguna que otra enfermedad por culpa de la cafeína, poco tiempo y además una posible bancarrota que vería beneficiado a algún cafecito de la esquina (de hecho me hice bastante conocido en algunos cafecitos cerca de mi casa y lugar de trabajo).

Tan interesante fue el experimento y con tantos interesados, que la gerente de marketing de una marca de cafeterías, me entregó 50 free pass para ir a tomarme esos cafés al lugar.

Con este formato conocí a una científica que tenía ganas de emprender, estudiantes de turismo con crisis vocacional, un marketero que estaba experimentando tácticas únicas, ingenieros creando sus proyectos, etc. 

Di feedback sobre productos y me dieron feedback sobre lo que yo estaba armando. Algunos más buenos para filosofar, y otros con los que costaba más generar una conversa fluida.

Fue una experiencia muy interesante. Siento que desarrollé mis habilidades “conversadoras”, descubrí y aprendí de gente fascinante y empaticé con algunas historias muy parecidas o diferentes a las mías.

Mi aproximación 2.0 con cafés digitales.

Llegó la pandemia y una práctica que había vuelto mas o menos habitual, se cortó por el impacto del covid. Tendría que esperar hasta el fin del “bicho” pensé inicialmente.

¿Por qué no intentar generar esos mismos cafecitos pero de forma online?

Esta forma sería más eficiente en tiempo, más barata y probablemente ya no sería necesario tomarme siempre un café para tener la conversación.

Se retomaba el experimento desde el campo (acá puedes leer mis aprendizajes en el campo) y ahora sin limitaciones geográficas. Quien estuviera al otro lado podría estar en Santiago, Bogotá o Singapur. ¡Sonaba bien!

Conociendo a un crack: Sebastián Honores.

Las conversas digitales empezaron a sucederse. Una o dos veces a la semana agendaba con alguna persona que me preguntaba por esa publicación que había hecho.

Casi siempre, los cafecitos eran de 30-45 minutos, y algunas pocas veces, se alargaban un poco. Pero ese día no tenía nada agendado después, y la conversa estaba tan buena que no quise cortarla.

Estuvimos conversando más de tres horas sobre emprendimiento, viajes, tecnología, tendencias y también de nuestras vidas.

Seba era un Iquiqueño que hacía años se había ido a Amsterdam a trabajar a Booking.com. Una empresa que me encanta. Y contado por él, se volvía aún mucho más interesante.

Seba estuvo casi 10 años en Booking, donde partió como analista de negocios junior, hasta liderar equipos de más de 10 personas en áreas de producto. Y además, ahora había creado su propia startup.

Mantener los lazos.

Sebastián es uno de los locos que aceptó participar en este experimento, y desde ahí hemos mantenido el contacto. Whatsapp van y vienen cada tanto, y algunas veces repetimos una buena conversación online, (que siempre se nos alarga, así que me dejo espacio en la agenda jaja).

Como él, hay varias y varios con quienes hemos compartido nuestras historias, nuestros proyectos y que hemos podido acompañarnos.

Dejarse sorprender me ha permitido conocer gente tan interesante como Seba, y este es un experimento que sigo manteniendo al día de hoy.

¿Te quieres tomar un cafecito digital?

Te animo a que hagas tu propio experimento con esto. Y si es que a ti también te interesa que compartamos un cafecito virtual, te invito a seguirme en mi Linkedin donde siempre estoy abierto a conversar para conocer gente nueva que se anime a este experimento.

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